La palabra es nueva. La inventa en 1846 W. J. Thoms, filólogo y anticuario londinense, que creó el término acoplando dos raíces del viejo alto germánico; Folk y Lore, para designar la sabiduría tradicional de las clases sin cultura convencional de las naciones civilizadas. De los tres elementos básicos del folklore: Costumbres, Ritos y Creencias, el primero es el más amplio y de límites menos nítidos.
El estudio sistemático del folklore data de la segunda mitad del Siglo pasado, después de que el citado señor Thoms propusiera la denominación. En 1878 se fundó en Londres la Folklore Society. Dicha sociedad tenía por objeto la "Conservación y publicación de las tradiciones populares, baladas legendarias, proverbios locales, dichos vulgares, supersticiones y antiguas costumbres y demás materiales concernientes a esto". A la obra de la nueva sociedad contribuyeron eruditos de todos los países y en 1878, se fundó el Folklore Record, publicación anual que en 1883 fué substituída por la trimestral Folklore Journal. G. L. Gomme propuso, con la equiescencia de los demás miembros de la Sociedad, dividir el estudio en cuatro capítulos básicos: 1) Narraciones tradicionales (Cuentos Populares, Relatos de Héroes, baladas y canciones, leyendas locales). 2) Costumbres tradicionales (Costumbres locales, fiestas periódicas, ceremonias rituales, juegos). 3) Supersticiones y creencias (brujería, astrología, prácticas hechiceras). 4) Lenguaje popular, (dichos populares, nomenclatura popular, proverbios, retintines y adivinanzas).
En 1889 se celebró en París el Primer Congreso Internacional de Tradiciones Populares y en 1891 se organizó en Londres el ya llamado oficialmente Segundo Congreso Internacional de Folklore, que sentó las bases de la nueva ciencia. Su técnica la expuso en 1887, la Folklore Society en su Manual de Folklore y Carlota Sofía Burne, presidenta de la Sociedad, revisó y amplió un libro doctrinal para completar la técnica del Folklore. En 1892, el citado Gomme publicó Etnología y Folklore y en 1908, El Folklore como Ciencia Histórica.
En el mundo ibérico el ilustre polígrafo portugués Teófilo Braga lo estudió en su O Povo Portuguez En España, Alejandro Guichot y Sierra publicó en 1922 Noticia Histórica del Folklore y una revista mensual llamada El Folklore Andaluz. En Venezuela nuestros literatos costumbristas han escrito o hecho folklore y, en forma específica, Arístides Rojas publicó en 1890, Leyendas Históricas de Venezuela R. Bolívar Alvarez, Costumbres Aragueñas, F. Tosta García, Leyendas de la Conquista. Posteriormente J. E. Machado publicó el Cancionero Popular Venezolano; R. Olivares Fígueroa, Folklore Venezolano, Igualmente han tratado el tema, Miguel Acosta Saignes; Juan Liscano, etc y el suscrito publicó en 1952, Cantares de Venezuela.
En estas líneas no citaremos las obras de cestería hechas por nuestros indios meridionales ni tampoco recordaremos las tallas de Portuguesa y Lara. Nos referiremos rápidamente a nuestro folklore musical y algo más extensamente al histórico literario.
Algo caprichosamente dividiríamos musicalmente a Venezuela en seis zonas: La Occidental, La Central, la Oriental, la Llanera Occidental, la Llanera Meridional y la Andina. De ellas encontramos como más pobre la Llanera Meridional es decir Guárico y Apure. De hecho puede decirse que sólo tengan seis tonadas diferentes: 1) El Carnaval, en Re Mayor, pasando a La. 2) El Gabán, en Re menor, pasando únicamente de tónica a dominante. 3) El Pajarillo, siempre en tono menor, tónica, cuarta y sensible. 4) El San Rafael, en Re menor, pasando a La Mayor. 5) Los Seises: En el Numerado, pasa de Re Mayor a La Menor y en el Por Derecho, de Cuarta a Mayor. Conviene advertir que el Arpa Criolla, sin pedales, le es imposible acompañar correctamente las diversas melodías, necesitando una afinación diferente según la tonada que se acompañe. El Cuatro es instrumento de difusión relativamente nueva en Los Llanos. La orquesta típica era Arpa, Maraca y Buche, es decir arpa maraca y voz, sin cuatro. Es, claro está, admirable cómo con la instrumentación deficiente que hubo hasta hace poco tiempo, con cuerdas casi sordas, hechas con tripas de animales mal curtidas o cueros enrollados, lograban oírlas diferenciadamente y hacerles melodías adecuadas. Todavía en Cojedes, Portuguesa y Barinas son usuales el violín, la bandola, el tres, etc.
En la zona que puede llamarse Occidental, compuesta por los Estados Falcón y Zulia, hay una región profundamente influida por la vecindad y consiguiente íntimo contacto con las posesiones holandesas. De hecho, en un cerro que domina Chichiriviche, se encuentran los restos de un Cementerio de Piratas Judíos. Por otra parte, no es aventurado decir que el Caribe sea el mar de la música ligera. Me sorprendió gratamente en Nankín, oír cantar en traducción al chino, la canción del Oriente nuestro Pajarillo Verde. En todas partes del mundo, la música bailable es predominantemente caribeña.
Principalmente la cubana y esto tiene su razón histórica, ya que durante mucho tiempo Cuba fué, más que país propiamente dicho, factoría y zona recreacional, primero de españoles y luego de norteamericanos. De allí pues, que sólo en Cuba la música fuera una profesión lucrativa, respetable como una liberal, mientras que en los otros países de la región, no tenía esa conveniente categoría profesional. Mientras en Venezuela, casi toda la música fué anónima hasta hace poco, no sucedía lo mismo en Cuba, donde se respetó siempre como propiedad intelectual.
No incluyo la Guayana como región porque en este sentido, su música puede considerarse como afín a la Llanera Meridional en su parte Oeste, a la Oriental en su parte del Noreste y a la africana en el Centro Este, venida a través de las Islas Inglesas del Caribe.
Pero la esterilidad musical que le encuentro a nuestro Llano está generosamente compensada por su creación poética. No me refiero a nuestros literatos profesionales que hayan escrito folklore, sean llaneros como Delfín Aguilera o Alberto Arvelo Torrealba, o de otras partes como Rómulo Gallegos, José Rafael Pocaterra o Andrés Eloy Blanco. Quiero referirme a la versificación hecha por personas fuera del oficio literario. Por lo que he notado personalmente, se trata de personas que tienen el hacer versos como un entretenimiento. Y tampoco se trata de gente analfabeta sino con grado cultural, como decir mayordomos, comerciantes, etc.; en todo caso, gente que sabe leer y escribir. Los grandes cantadores suelen ser personas que constantemente están haciendo versos, archivándolos en la memoria y aplicándolos llegado su momento.